El
luchador había jurado vengarse. Viajó al Tibet y allí siguió un
régimen de entrenamientos aterrador. Dormía dos horas diarias y el
resto de la jornada lo dedicaba a fortalecer el cuerpo y la mente.
Practicó meditación bajo cascadas de agua helada. Estudió la
Naturaleza: de las piedras aprendió la paciencia y de los
saltamontes... bueno, de los saltamontes no aprendió nada. Una vez
se sintió preparado partió sin perder un segundo. “He vuelto”,
le anunció a su enemigo al encontrarse con él cara a cara.
Fragmento
extraído de “Un año en Facebook”.
Se avecina un combate largo y duro...
ResponderEliminar