martes, 26 de febrero de 2013

Elegidos y profecías

Los Elegidos. ¿Qué sería de muchas historias de corte fantástico sin esas personas normales y corrientes a las que un día el Destino transformó en héroes? Imagina que una mañana estás ahí, en la herrería de tu padre, forjando herraduras y calderos, cuando entra por la puerta un extranjero con pinta de mago que de buenas a primeras te cuenta que existe una profecía antiquísima, y que tú sales en ella, y que en breve tendrás que abandonar tu vida de herrero para enfrentarte a las Fuerzas Oscuras que oprimen a tu pueblo. O imagina que trabajas como programador de ordenadores en una populosa ciudad, y un día, al salir a la calle después de una agotadora jornada, te aborda un tipo negro, corpulento y con gafas de sol, que te explica que tu vida no tiene sentido (“ya lo sé”, le dices), que los ordenadores lo controlan todo (“lo sé, lo sé”), y que la única forma de escapar de la realidad artificial que te rodea es probar una pastilla roja que él gustosamente te proporcionará (“¡no necesito drogas, gracias!”).

-Me llamo Morfeo. Y qué pastillitas de la risa traigo, amigo...

Es importante que el elegido sea un tipo normal ya que tenemos que poder identificarnos con él. Pero no menos importante que este rasgo será el carácter casi sagrado de la misión que habrá de llevar a cabo. Conseguir un cambio social o político, como unificar un reino que se desangra (La leyenda del rey Arturo) o derrotar a una malvada hechicera (Willow); buscar la respuesta a una pregunta irresoluble, como saber qué le sucede a la Emperatriz Infantil (La historia interminable) o qué cojones es el quinto elemento (El quinto elemento); o algo más ambicioso, como restablecer el equilibrio de la Fuerza (La guerra de las galaxias), o reparar el engranaje que permitirá al mundo recobrar su antigua armonía (Cristal Oscuro), o liberar a la humanidad esclavizada por las máquinas (Matrix, Terminator). Todas ellas son misiones legítimas. No lo es, en cambio, ganar una Liga o una Champions, por mucho que algunos lo pretendan.

-Yo... soy... ¡el Elegido!

-Fuerza en ti percibo, Luke. El Elegido tú serás. -Cállate un poco, Yoda. Me desconcierta tu forma de hablar.


Cómo encontrar al Elegido. En principio, deberían ser las profecías las encargadas de proporcionarnos pistas sobre su identidad. Lamentablemente, las profecías nunca se han caracterizado por su claridad y precisión porque:
  • Suelen estar redactadas con runas u otros lenguajes incomprensibles.
  • Se manifiestan en forma de confusas señales (bandadas de cuervos, aullidos en la noche, cielos de tormenta), que tanto valen para identificar una cosa como la contraria.
  • Son reveladas al mundo a través de intermediarios (borrachines, viejos perturbados) de poca confianza y maltrecha reputación.
  • Tienen predilección por la metáfora y disfrazan las frases hasta lo irreconocible. Por ejemplo: “el elegido se levantará sobre la mugre y la penuria” se traduciría por “el elegido es pobre”; y “el elegido romperá el cuello de la tiranía con sus manos desnudas” sería “el elegido matará al dictador”.
  • Describen al elegido en términos muy poco concretos. Por ejemplo, en lugar de señalarlo con nombre y apellidos, se limitan a decir que tienen “una cicatriz en el hombro” o “la marca de la bestia”.
Como vemos, este tipo de comunicación favorece la especulación y los malentendidos de una manera clamorosa. Es fácil imaginar que muchos héroes del pasado fueron escogidos fraudulentamente, pero no es objetivo de este blog derrumbar mitos, así que nos limitaremos a denunciar las carencias del lenguaje profético para que seamos conscientes de la gravedad del problema. Teniendo en cuenta todo lo que está en juego (la vida del héroe, las esperanzas de un pueblo, el modo de vida del tirano), creemos urgente una reforma en profundidad de la profecía para adaptarla a los nuevos tiempos. Para ello sugerimos, por ejemplo, el uso de un lenguaje jurídico riguroso, tal y como se hace en los contratos. Algo así:

“Se reúnen de una parte Don Toragorn hijo de Torathorn, en adelante el Elegido, con domicilio en la calle del Arroyo, aldea de Cuernavaca del Valle, y por la otra parte Don Sargonath de Sargon, alias el Hechicero Oscuro, en adelante la Sombra, con domicilio en el Castillo del Mal s/n, para llegar a un acuerdo en lo referido al insoportable incremento de maldad que se viene detectando en el Reino Mágico de Brandoval desde que la Sombra se estableció en el territorio. El Elegido asume abiertamente su identidad como salvador de su pueblo y se compromete a buscar la muerte de la Sombra en breve plazo o a perecer en el intento. Por su parte, la Sombra se compromete a centrar toda su execrable maldad en la persona del Elegido, evitando actos de violencia y pillaje innecesarios en las aldeas vecinas, etc., etc.”



-No es mi intención asustarte, pequeña Elora Danan. Sólo digo que una malvada hechicera te está persiguiendo para convertirte en picadillo para el cocido.


Terminaremos hablando de las dificultades de muchos Elegidos para adaptarse a su fulgurante y súbita popularidad. Pensemos que ellos, los elegidos, suelen ser personas jóvenes e inmaduras. Hasta el momento de su transformación en héroes su vida ha transcurrido en la rutina, lo mismo que cualquier otro individuo de su edad. No es raro que padezcan estrecheces económicas por la falta de perspectivas laborales. Y además a veces son inadaptados sociales. No tienen amigos y hasta la propia familia recela de las aptitudes del joven para progresar en la vida. Casos conocemos de padres que han pegado un capón a su hijo (insistimos: futuro paladín de la justicia) al entender que éste fantaseaba demasiado con la idea de convertirse en caballero y cortejar hermosas princesas, en lugar de estar centrado, como correspondería, en ganarse el pan y traer algo de dinero a casa. Y estando así las cosas de pronto un día llega a la aldea el dichoso mago que llena de disparatadas teorías la cabeza del muchacho: que si tú eres el elegido, que si las leyendas hablarán de ti y de tus hazañas, que si mírate aquí, en esta herrería o panadería o granja de mierda, dejando que tu padre te pegue capones mientras allende las montañas un rey malvado detenta un trono que te corresponde a ti por derecho... ¿Qué joven tendría la suficiente sensatez para subordinar las ilusiones de un futuro brillante pero incierto a este presente junto a un padre aficionado a las collejas? ¿No es lo más lógico pensar que ese Hipotético Destino se le subirá pronto a la cabeza? Exacto: como los futbolistas de veinte años que ganan diez millones de euros al año.

martes, 19 de febrero de 2013

Trolls de Internet

Como todos los martes el hombre se levanta temprano. Se asea, se viste y se toma un café en la cocina mientras Sandokán, el perro de la familia, corretea entre sus piernas con la misma alegría histérica y un punto demente con que se despierta cada mañana. Todavía adormilado, el hombre va a la habitación donde duermen sus dos hijos pequeños y los despierta con suavidad. Es la hora, les dice muy bajito, los niños se quejan y balbucean excusas pero el hombre, inflexible, los saca de la cama, los ayuda a vestirse y los acompaña hasta la cocina para que se tomen el desayuno. “Cuando terminéis os laváis los dientes y me esperáis. Yo voy a pasear a Sandokán”.

En la calle está oscuro y hace frío, pero para un perro esto nunca ha sido un problema. El animal cumple rápidamente con su parte del trato. El hombre recoge la caca con una bolsa tratando de ignorar la hedionda calidez que palpita dentro, la tira a la papelera, y luego perro y dueño regresan a casa. Los niños ya esperan en el pasillo con los abrigos puestos y las mochilas a la espalda. El hombre los lleva al colegio. Les da un beso, les pide que estudien mucho y se despide de ellos hasta la hora de la salida. El hombre vuelve a casa directamente, y en el portal se cruza con las dos ancianas que viven en el 3º D. El hombre les dice que cada vez parecen más jóvenes, hace bromas sobre elixires de la eterna juventud y supuestos pactos con el diablo. Ellas ríen coquetas y salen del portal tan exultantes que una de las ancianas ni siquiera espera a estar lo suficientemente lejos para decir: “qué hombre tan encantador, ojalá tuviera yo treinta años menos”. Sandokán recibe a su dueño en la puerta de casa como si llevara dos años sin verlo. El hombre se prepara una tostada. Se dirige al despacho. Enciende el ordenador y carga varios periódicos digitales. Con gesto de nerviosismo se inclina sobre el monitor.

La primera noticia dice: “400.000 desahucios ejecutados en España desde 2008”. Pero al hombre no le interesa leerla. Se dirige al foro de comentarios y escribe: “Desahuciados = Perroflautas. Si no os lo gastarais todo en porros podríais pagar la hipoteca, gandules”. A continuación el hombre abre una segunda noticia. El titular dice: “La fundación de Bill Gates invertirá mil millones de euros en un programa de vacunaciones en África”. El hombre se salta la lectura y escribe en el foro: “Todo el dinero que tiene este tipo lo ha robado estafando con Microsoft. Los niños de África mueren por culpa de gentuza así”.


Nacionalista español opinando sobre los catalanes


La tercera noticia es en realidad un artículo cultural dedicado a una serie de televisión llamada El ala oeste de la Casa Blanca. El autor del texto sostiene que la serie es una obra maestra, pero esto es lo de menos. Resulta una delicia saborear tantas anécdotas jugosas, las referencias cinematográficas y literarias, la inteligencia con que éstas encajan en el conjunto. ¿Quién no respetaría al menos las horas empleadas por el autor para documentarse y escribir un texto así? Incluso el hombre lo lee al completo. Luego se dirige al foro y escribe: “El ala oeste de la Casa Blanca es una puta mierda. Y el artículo también”.


Nacionalista catalán opinando sobre los españoles


Completada la primera parte del trabajo, el hombre se despereza en la silla y le da un último bocado a su almuerzo. Diez minutos le han bastado, menos de lo que ha tardado en comerse la tostada, para levantar una polvareda en tres foros diferentes de Internet. Miles de lectores cabreados deben de estar leyendo en este momento sus opiniones, y al hombre sólo le resta esperar que alguno de ellos esté lo bastante indignado para responder. No ha de esperar mucho. El primero de los comentarios llega desde el foro de los desahucios y el hombre contiene el aliento mientras lo lee. Pero se lleva una decepción. Más reflexiones, explicaciones, datos: una pérdida de tiempo. Así que el hombre sigue esperando. El siguiente mensaje, procedente del foro de la fundación Gates, sí que es para él. Un tal Sr. Spontex le afea sus maneras groseras y le pregunta si alguna vez ha donado un euro a una organización o causa benéfica; dando por sentado que no ha sido así (y el hombre ha de reconocer que el Sr. Spontex está en lo cierto), el soliviantado internauta le pregunta por qué se muestra tan ofensivo con alguien que entrega mil millones de su bolsillo. El hombre apenas puede contener la impaciencia por responder. Pletórico, se inclina sobre el teclado y escribe una frase que vendría a explicitar el deseo manifiesto de que la madre del Sr. Spontex y el Sr. Spontex le coman el pene.

martes, 12 de febrero de 2013

Servicios de atención telefónica

El hombre se dispone a leer el periódico digital y a consultar el correo y Twitter, pero se da cuenta de que no puede hacer ninguna de estas cosas porque se ha quedado sin conexión a Internet. Llama al proveedor del servicio y una telefonista le explica que tiene un recibo sin pagar. “El mes pasado llamé para cambiar la domiciliación”, dice el hombre. “¿Si había un problema por qué no me habéis avisado en lugar de cortarme el servicio?”. La telefonista responde que no tienen obligación legal de hacerlo. El hombre, molesto, abona el recibo pendiente y pregunta cuándo se restablecerá la conexión. Le aseguran que en veinticuatro horas como mucho.

El usuario ante su primera llamada al teléfono de atención al cliente



Al principio, cuando sólo han transcurrido treinta y seis horas y sólo ha tenido que llamar dos veces más a su proveedor telefónico, el hombre todavía es capaz de reconocer que este alejamiento forzoso de Internet le está aportando cosas positivas. Ha vuelto a leer libros en papel, por ejemplo. Y el infernal bucle de consultas a periódicos digitales, blogs, emails y redes sociales, un rito que cada vez le absorbía más y más tiempo, se ha roto con un resultado sorprendente: el hombre ha salido a la calle por primera vez en una semana, ha visto la luz del sol y ha saludado a su mujer y a sus hijos. De pronto es consciente de algo que hasta ahora sólo intuía: mantenerse lejos de su insaciable avatar del mundo digital le ha permitido regresar, aunque sea por unas horas, a su lado humano. Filósofos, pensadores y monjes budistas celebrarían satisfechos su evolución.


-¿Quiere oír nuestra oferta? ADSL, router wifi y lobotomía por 9,95+IVA. ¡Sin permanencia! 



Sin embargo, noventa y seis horas sin Internet más tarde, al hombre -cómo decirlo suavemente- comienza a importarle una mierda todas estas ideas humanistas. El hombre sólo quiere que le arreglen su conexión a Internet, y ahora mismo está tan enfadado que no tendría inconveniente en partirle la cara al sonriente filósofo que viniera a darle lecciones sobre el nimio valor de lo virtual frente a lo real. De modo que vuelve a llamar a su proveedor de Internet y escucha medio minuto de insufrible música pop hasta que un nuevo telefonista le pregunta en qué puede ayudarle. El hombre está alterado: dos venas muy gordas le palpitan a un lado y otro de la cabeza, así que se pone a gritar. Grita para decirles que les va a denunciar a la oficina de consumo, grita para preguntarles si van a devolverle el importe de los cuatro días que lleva sin servicio, y grita para exigirles que arreglen el problema en menos de tres horas o la próxima vez se dará de baja sin más miramientos. El telefonista no se inmuta. La conexión se restablecerá en breve, dice imperturbable. El hombre ya no sabe qué más decir o hacer. Cuelga el teléfono. Se sienta. Ojalá pudiera tuitear lo que le está ocurriendo.


-Por favor, ¡les repito que yo no quiero ningún teléfono fijo!



Epílogo.

Horas más tarde un hombre llamó a su proveedor de Internet para darse de baja del servicio. La telefonista le preguntó cuál era el motivo de su decisión y el hombre dijo: “Sólo quiero darme de baja, nada más”. La telefonista le informó de que su llamada iba a ser transferida a otro departamento. Transcurrieron unos segundos. Esta vez la música de fondo no fue un irritante estribillo pop sino una delicada música medieval, bella y cadenciosa, que le transportó a un mundo de cabelleros y princesas, dragones y prodigios. Terminada la melodía, una voz retumbante, que bien podría haber sido la del anciano y sabio rey de un reino fabuloso, preguntó: “¿Quién eres y qué quieres?”. “Me llamo Arturo y quiero darme de baja”, respondió el hombre ligeramente intimidado. “Muy bien, Arturo”, dijo la voz. “Debes saber que otros antes que tú lo intentaron, y que otros después de ti lo intentarán. Grande es la recompensa para los que logren el objetivo, aunque una terrible vergüenza se abatirá sobre quienes desfallezcan”. Arturo quiso decir algo, preguntar a qué se estaba refiriendo, pero la temible voz del rey mítico lo mandó callar. “¡Silencio! Abre tus oídos, Arturo, y escucha con atención. Pues en el filo de los Acantilados de la Tristeza, en el extremo más lejano de las tierras de Allende, crece una hermosa y rara flor llamada Lucilvia. Su belleza es legendaria. Los pocos que la han visto afirman que contemplarla encoge el corazón. Lamentablemente, sólo permanece abierta unas pocas horas al año durante el primer día de primavera. Bien, Arturo. ¿Quieres darte de baja de nuestro servicio de ADSL? Entonces tráenos un ejemplar de Lucilvia. Sólo así te dejaremos marchar. ¿Lo has entendido?”. Arturo dijo que sí.



Arturo, trepando por los Acantilados de la Tristeza en busca de la flor

martes, 5 de febrero de 2013

Informáticos y otros bichos raros

Informáticos, físicos, ingenieros de telecomunicaciones. Ninguno de ellos tiene buena prensa, la verdad. El estereotipo los describe como gente poco preocupada por el vestir, escasamente dotada para el baile y con nula capacidad para interactuar con otros seres humanos. La definición también funciona en sentido contrario. Es decir, que si en el supermercado te cruzas con alguien que lleva la camisa abotonada hasta el cuello y metida por dentro del pantalón, o si en una discoteca ves a alguien que baila como si no tuviera rodillas, o si en la boda de un primo tuyo te sientas a la mesa con alguien que ya en los entrantes te está contando anécdotas sobre el rodaje de Blade Runner, hay muchas probabilidades de que todos ellos, el de la camisa, el bailarín, el friqui cinéfilo, se ganen la vida trabajando en el ramo de la informática. Esto es así y punto.

¿Necesitas un bolígrafo? Si quieres te presto uno


Sorprendentemente, el mundo tal y como lo conocemos funciona hoy gracias a profesionales como ellos: tipos que utilizan la frase “que la Fuerza te acompañe” para despedirse de su abuela ingresada en el hospital, o que saludan con el signo de Star Trek al responsable de recursos humanos que va a realizarles una entrevista de trabajo, o que todo lo que saben del sexo lo han aprendido en webs de dudosa reputación, o que se atreven a combinar pantalones de cuadros y camisas de rayas con inconsciente desparpajo. Piensa por un momento en todo lo que depende de gente así. No, en serio, piénsalo. Redes de comunicaciones, de distribución eléctrica o de agua. Transacciones financieras. Industria farmacéutica. Seguros. Sistemas de control marítimo y aéreo. Tráfico rodado. Gestión de residuos químicos y bacteriológicos. Silos de misiles intercontinentales. ¿Tiemblas de inquietud, lector? ¡No lo suficiente! Mientras lees este post, centenares de miles de puestos estratégicos están siendo gestionados por un ejército de programadores a quienes probablemente no confiarías ni tu mascota. Tipos como...

...Mauricio Donetti, informático de treinta y tres años, virgen, que comparte piso en Melbourne con dos amigos que le quitan parte de la paga que sus padres le envían todas las semanas. Es administrador de sistemas en una empresa que trabaja con virus letales. A veces, cuando sus compañeros de piso le han humillado más allá de lo soportable, Mauricio ha pensado robar una cepa de Ébola de su laboratorio para llevarla a casa y darles un buen susto.

...Kevin Graves, ingeniero norteamericano de cuarenta y dos años, virgen, que recita diálogos enteros de El retorno del Jedi en cuanto el alcohol se le sube a la cabeza, y vive en casa de sus padres, en Minessota, en una habitación llena de posters de Dungeons&Dragons. Kevin no tiene pareja pero está firmemente decidido a llamar Gandalf a su primer hijo. Trabaja en horario de oficina como administrador de bases de datos de la CIA, o sea que la seguridad nacional de los Estados Unidos depende de gente como él.

He visto Tron Legacy doce veces


...Emily Marshall, ingeniera de software, virgen, actualmente reside en Singapur y está acabando de leer el segundo volumen de 50 sombras de Grey. Se ha jurado a sí misma que su primer novio también será multimillonario y pilotará un helicóptero. Mientras llega ese momento, Emily se encarga de una aplicación de inversiones en bolsa de la que depende la mitad del sureste asiático.

...Andrés Torres, ingeniero informático natural de Burjassot. Experto en software libre, que es otra manera de decir que el tipo es virgen, Andrés suele decir de sí mismo que es un tío independiente y maduro, aunque los lunes y jueves lleva una bolsa de ropa sucia a casa de su madre para que ésta se la lave. Programador en el CNI, Andrés y otros compañeros suyos se encontrarían en la primera línea de defensa en caso de que España fuera atacada, lo que sin duda es una garantía y nos permite respirar mucho más tranquilos.

...Ali Shamradi, programador indio de cuarenta y tres años. Utiliza un despertador con la cara de Gollum que dice Mi tesssoro, Mi tesssoro cuando la alarma se pone en marcha. Colecciona figuritas de plomo de Willow y programa una aplicación de correo electrónico utilizada por millones de personas. Un despiste de Ali a la hora de codificar las instrucciones y miles de millones de correos electrónicos privados (textos de amantes, burlas contra jefes, traiciones empresariales, declaraciones de amor nunca enviadas) podrían hacerse públicos en un santiamén. Que la civilización siga como hasta ahora depende de que Ali siga centrado y tranquilo.

...Scott Baker, analista de treinta y cinco años de la NASA, virgen, que lleva varios días sin pegar ojo por culpa de un malentendido con una chica muy guapa que viajaba junto a él en el autobús. Hoy tendrá que programar el algoritmo que gestiona el nivel de oxígeno de la estación espacial internacional. La vida futura de dos astronautas rusos y tres norteamericanos va a depender de que Scott deje de pensar por un momento en esa chica del autobús.

¡Te estás perdiendo un fiestón! Beberemos Bitter Kas y luego jugaremos a las adivinanzas



El informático llevaba varios días inclinado sobre su ordenador sin hablar con nadie, y sus compañeros de oficina empezaron a extrañarse. “Ni siquiera un tío raro como él estaría tanto tiempo callado”, dijeron. Alguien se acercó y le preguntó: “Eh, tío, ¿estás bien?”. Y resultó que no, que no estaba bien. De hecho, llevaba muerto algún tiempo.”

Fragmento de “Un año en Facebook”.