domingo, 13 de enero de 2013

El Anticristo hoy

Según la teología cristiana, el Anticristo es un ser bastante desagradable, alguien a quien hoy día no dudaríamos en calificar como un “bastardo cabrón”. En los tiempos antiguos, sin embargo, la gente no solía hablar de este modo, ni siquiera del Anticristo, de ahí que se le conociera como el Gran Adversario, el Hijo de la Perdición o la Abominación Desoladora. Aun así eran nombres demasiado largos y rimbombantes, de modo que la tradición optó por uno más corto y familiar: la Bestia. Y ya está.




En el Apocalipsis se describe a la Bestia como un monstruo de siete cabezas, diez cuernos y diez diademas en cada cuerno. A mí un monstruo lleno de diademas ya me resulta terrorífico, pero al autor del pasaje del Apocalipsis no debió de parecerle suficiente, porque al conjunto le añadió además un cuerpo de leopardo, patas de oso y fauces de león. Reconozco que aquí me pierdo, porque por más que lo he intentado he sido incapaz de imaginarme a un bicho así. Y presumo que a la gente del Medievo le ocurriría lo mismo. Aquellos campesinos medievales, reunidos en la iglesia para escuchar el sermón dominical, oirían con creciente desconcierto las palabras con las que el cura trataría de inculcarles la imagen del Enemigo de Cristo, y no tardarían en murmurar entre sí: “¿diademas? ¿ha dicho diademas?”. Una distracción engorrosa que, repetida domingo tras domingo, empujaría a más de un sacerdote a quejarse a sus superiores. “Los feligreses se me desconcentran, eminencia. Solicito que el Anticristo sea rediseñado”. Ante la avalancha de reclamaciones, los responsables papales, reunidos en el concilio vaticano de rigor, encargaron una nueva redacción del pasaje apocalíptico a una abadía de monjes especializada en estos temas. Los nuevos monjes eran más baratos pero también menos imaginativos que los que habían llenado de diademas a la Bestia original, así que su descripción del Anticristo, más minimalista y natural, se limitó a afirmar que la criatura tenía apariencia de hombre. No se calentaron la cabeza, es cierto, pero esa sencilla e inquietante imagen de un monstruo que es igual al hombre es la que ha llegado hasta nuestros días.



La opinión de los fundamentalistas modernos es que el Anticristo ya vive entre nosotros, y que sólo restaría averiguar su identidad. Un asunto nada sencillo, localizar al candidato idóneo, ya que dependiendo de a quién preguntes, en función de sus ideologías y creencias, obtendrás una respuesta u otra. En una reciente encuesta realizada en la red, por ejemplo, los internautas se decantaron por Bono, el cantante de U2, seguido muy de cerca por Hillary Clinton y Hulk Hogan. Para los pastores protestantes norteamericanos, en cambio, el Anticristo es Obama. Y estoy seguro de que si lanzáramos la consulta entre los amantes de la música la mayoría apostaría por el siguiente retrato de la Bestia: un tipo rubio, que cae gordo y cuyo reino de oscuridad ha llegado a la Tierra a través de Youtube. Correcto: es Justin Bieber.




En España también tendríamos mucho que aportar en materia demoníaca. Creo que a poco que nos lo propusiéramos incluso seríamos una potencia mundial en maldad. Cualquiera de nosotros podría citar de carrerilla al menos diez nombres de individuos capaces de desempeñar un dignísimo papel como portavoces del mal (nueve de ellos políticos, y el décimo, tal vez, Ramoncín). En mi opinión, alguno de los presentadores o colaboradores de programas televisivos se ajustarían mejor al perfil requerido, a saber: tipo influyente, cierto carisma, ausencia de escrúpulos. Pienso en personajes como Jorge Javier Vázquez o María Patiño, pero también en periodistas antaño solventes como Pedro Piqueras (¿qué son esos telediarios amarillistas, sino noticiarios diabólicos?). Tampoco querría olvidarme de videntes, astrólogos y demás embaucadores de la TDT, pues muchos ya ejercen como excelentes embajadores de Satán y dan perversos consejos a razón de 1,35 euros el minuto (por cierto: alguno de esos chamanes se adorna con diademas).





Pero ¿y si el Anticristo no fuera la encarnación absoluta del mal que describen las profecías bíblicas, ni la Abominación mostrada en películas como La maldición de Damien o La semilla del diablo? ¿Y si el Anticristo fuera más bien un tipo sencillo y educado, una especie de ejecutivo o gerente (¡un consultor!) al que le ha correspondido la difícil tarea de gestionar un proyecto tan complejo como preparar la Llegada del Mal a la Tierra? ¿Qué tal alguien gris y apocado, un tipo a menudo superado por las circunstancias, como el C. C. Baxter que interpreta Jack Lemmon en la excelente El apartamento?



“En la caja del supermercado se le coló un adolescente. El anticristo no toleraba la falta de educación y le dijo: "Muchacho, respeta el orden, por favor". El joven estiró el dedo medio y le dijo: que te den por culo. El anticristo, que quería un reino de maldad para el mundo pero aspiraba a conseguirlo por medios pacíficos, dio un respingo, y, muy molesto, fulminó al adolescente con una mirada satánica.”

Fragmento extraído de “Un año en Facebook”.





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