martes, 29 de enero de 2013

El diario secreto de Supermán

Querido diario:

Hoy he tenido una charla con papa y mamá que puede cambiarme la vida. Todo comenzó esta mañana en la granja. Papá me había pedido que podara algunas ramas del viejo roble que crece junto al granero, pero no he entendido bien sus indicaciones, y por error he arrancado el árbol de raíz, y con él parte del granero, que ha acabado desplomándose sobre el pozo. Papá me ha echado una bronca monumental. Tanta fuerza y tan poco cerebro, me ha dicho. Se me han saltado las lágrimas. Gracias a Dios mamá ha llegado en ese momento, y al ver lo que ocurría se ha enfrentado a mi padre preguntándole a gritos si había olvidado que sólo tengo nueve años. Un par de horas más tarde, mientras comíamos en la cocina en silencio, me he decidido a plantearles la pregunta que siempre me ronda la cabeza. Les he preguntado si soy adoptado. Papá ha dicho que si aún tengo dudas de ello es que soy más tonto de lo que él creía. Mamá ha reñido a papá, me ha acariciado la cara y me ha explicado que yo llegué del cielo. ¿Del mismo lugar al que tía Emma se marchó el otoño pasado?, he preguntado. Papá ha repetido que soy tonto. Mamá ha gritado a papá, y luego me ha explicado que tía Emma se fue al cielo de las personas que mueren, pero que el cielo del que yo vengo está mucho más lejos. Más lejos que las estrellas, eso ha dicho. También me ha contado que llegué montado en un meteorito de fuego. “Por eso tú eres diferente, cariño; tú viniste de otro planeta, y eso te hace más fuerte y más rápido que cualquiera de nosotros”. “Menos cuando se trata de entender lo que le explican”, ha añadido papá. Llevo toda la tarde reflexionando sobre las palabras de mamá. Sobre tía Emma y el extraño cielo en el que se supone vive ella ahora.



-Creo que es un maldito marciano, Martha. -¡No, Jonathan! Es un niño... ¡y nos lo vamos a quedar!

El pequeño adoptado, haciendo méritos


Querido diario:

Definitivamente el instituto no es para mí. Trato de comprender lo que nos explican en clase, pero he de reconocer que a veces me cuesta. Todas esas fórmulas y ecuaciones. Todos esos nombres de elementos químicos y de viejos presidentes muertos. ¿Por qué tiene uno que aprender tantas cosas inútiles para convertirse en una persona de provecho? La mayor parte de las veces acabo mirando por la ventana. La voz del profesor sigue resonando en mi cabeza como un eco, pero yo siento que estoy en otro lugar, lejos de Smallville. En Metrópolis, por ejemplo. Podría llegar allí en un par de minutos, y estoy seguro de que mi súper fuerza me ayudaría a encontrar trabajo. ¿Y si me convirtiera en una especie de defensor de la ley? ¿Alguien superpoderoso que zurra a los malos y ayuda a la gente? Tal vez así me ganara el respeto de papá. 
“Clark, estaba equivocado contigo. Quiero que sepas que lamento haberte puteado todos estos años, y que estoy orgulloso de ti”, eso me diría papáLamentablemente mi ensoñación dura poco. Mi viaje a Metrópolis se esfuma en cuanto oigo las risas. Miro a mi alrededor y de pronto vuelvo a encontrarme en clase de historia. ¿Otra vez en las nubes, Clark?, me pregunta el profesor Higgins. “Clark cree que puede volar”, dice alguien. Las risas arrecian. Si algo he aprendido hoy en el instituto es que a partir de ahora mantendré la boca cerrada.


El joven Clark, reflexionando intensamente


Querido diario:

Tal vez mi cabeza no esté hecha para los números ni las reflexiones elaboradas, pero en los deportes no tengo rival. En clase de gimnasia siempre saco sobresalientes, y eso que he de disimular todo el tiempo para que nadie sospeche de mis súper poderes. Lucho contra mis rivales imaginando que estoy peleando con niños a los que no quiero hacer daño. Corro y salto fingiendo que llevo sobre los hombros el peso de un avión. Es divertido. Y aun así siempre gano. Por eso me extraña tanto que el señor Graham, el entrenador, no repare en mis aptitudes y quiera ficharme para su equipo de fútbol. Esta mañana le he abordado durante el entrenamiento y le he preguntado directamente: “Entrenador, soy el más fuerte y más rápido del instituto. ¿Por qué no puedo jugar en su equipo?”. El entrenador me ha puesto la mano en el hombro, y como si fuera mi padre me ha dicho: “Clark, muchacho, soy el primero en lamentar que no puedas jugar con nosotros, porque efectivamente: nunca en mi puñetera vida he visto a nadie como tú. Pero es que también eres obtuso y duro de mollera, no recuerdas las reglas del juego, ni hacia dónde tienes que correr con el balón. Maldita sea, Clark, es que ni siquiera recuerdas que mantenemos esta misma conversación a diario. En fin, tal vez sea una estrategia tuya para sacarme de quicio y conseguir que te acepte en el equipo, no lo sé. Por mi parte empiezo a pensar que ésa será la única forma de no tener que repetir esta charla hasta el día que me muera”. Juro que no he entendido nada de lo que ha dicho el entrenador. Pero he preferido copiar aquí sus palabras. Sin duda han debido de ser importantes, pues el entrenador, después de mirarme a los ojos durante un buen rato, por fin me ha ofrecido un puesto en el equipo. A partir de mañana repartiré agua y toallas durante los partidos.




Querido diario:

Hace dos meses que reparto toallas y agua durante los partidos. Creí que sería un trabajo más interesante. También que si lo hacía bien el entrenador acabaría por asignarme otro puesto de mayor responsabilidad, o incluso me ofrecería jugar en el equipo. Pero de momento no ha sucedido nada de eso. Sólo recojo toallas sudadas y me tratan como al último mono (aunque tal vez eso es lo que soy). Estoy harto. Esta mañana, por ejemplo, el quarterback del equipo, un tal Alan Brady, me ha puesto en ridículo delante de algunos compañeros... y de Lana. Después del entrenamiento, varios jugadores y algunas chicas de clase habían decidido ir de picnic al campo. Lana, una de las chicas más guapas del instituto, me ha preguntado si me apetecía apuntarme. He conseguido decirle que sí sin tartamudear (¡bien por ti, Clark!), pero entonces ese maldito Brady, un gañán rubio de metro noventa que se cree el tipo más importante de la Tierra, ha gritado desde su coche descapotable: “Clark no puede venir con nosotros. Tiene que quedarse recogiendo, ¿verdad que sí, Clark?”. Ah, qué cerca he estado de saltar sobre el coche. Hubiera sacado a ese tipo del vehículo, lo hubiera levantado sobre mi cabeza y lo hubiera lanzado hacia arriba y a lo lejos con todas mis fuerzas, como a un palo, mientras le gritaba: “¡Pero si ya he terminado!, ¡tú eras el último montón de basura que me quedaba por recoger, Brady!”. No lo he hecho, claro. Mamá me ha enseñado que la violencia es el refugio de quienes no tienen argumentos (aunque papá siempre dice: “gilipolleces” al oír esto). Así que he bajado la cabeza y he seguido recogiendo. Todo el tiempo pensaba en Lana.



Querido diario:

Anoche tuve un sueño increíblemente vívido. En él salía un hombre de cabello cano y porte majestuoso. Vestía una túnica blanca y en el pecho tenía un emblema peculiar, como una especie de “S” o algo así. Su voz era grave e imponente. En el sueño, el hombre se dirigió a mí en estos términos:

-Kal-El.
-...
-Kal-El. Hijo mío...
-...
-¡Kal-El!
-¿E-es a mí?
-Sí. Recuerda que te llamas Kal-El. Ése es tu nombre en realidad.
-¿Q-quién eres tú?
-Soy tu padre, Jor-El.
-¿Jor-El? ¿Pero...?
-Por favor, presta atención. Jor-El es mi nombre. El tuyo es Kal-El, ¡Kal-El!
-Vale, vale, creo que ya lo he pillado...
-Tú no eres un hombre como los demás, hijo. Tú no naciste en la Tierra...
-Lo sé. Mamá me contó que vine del cielo. En un meteorito.
-Naciste en un planeta llamado Krypton. La estrella que proporcionaba luz y energía a nuestro mundo agonizaba: había entrado en una fase de enana roja; la temperatura de su superficie había alcanzado un valor crítico y el proceso triple-alfa del helio comenzaba...
-¿Tía Emma vivía allí?
-¿Cómo dices?
-Tía Emma. Murió el otoño pasado. Mamá dice que fue al cielo. Quizá estuvo en Krypton.

En este punto creo recordar que el hombre, Jor-El, tragó saliva (si es que eso es posible en un sueño) y se pasó una mano por la cara. Respiró hondo y me contestó que no, que tía Emma no vivía en Krypton, que él al menos nunca la había visto por allí. “Pero tú no conocías a todos los habitantes del planeta, ¿verdad? Quiero decir, a lo mejor tía Emma sí que vivía en Krypton pero tú no podías saberlo, ¿no?”, le pregunté. Jor-El me contestó que ningún ser humano podría vivir en Krypton porque la gravedad del planeta lo habría despedazado al instante. “Papá decía que tía Emma no era un ser humano”, añadí. En este momento Jor-El dio un grito. Me dijo que dejara de una puta vez a la tía Emma de los cojones, y que pasáramos al tema principal de la conversación, que no era otro que el de exponer los pasos que yo, el último hijo de Krypton, tendría que dar en los próximos meses. Ya ves, querido diario, que la conversación con el hombre del sueño no fue fácil. Jor-El era impaciente y colérico, pero a su favor he de decir que con mejores o peores maneras respondió a todas las preguntas que le hice. Sin embargo prefiero hablarte de todo ello otro día, que hoy se ha hecho tarde y he de irme a dormir.

Buenas noches.


Jor-El, sinceramente preocupado por las aptitudes intelectuales de su hijo Kal-El

Entrañable retrato de familia encontrado en el salpicadero de la nave del pequeño Kal-El





martes, 22 de enero de 2013

Películas, guionistas e ideas desaprovechadas

Muchas películas tienen su origen en un germen o una idea brillantes. ¿Qué ocurriría si pudieras viajar al pasado y conocer a tus padres, pero el simple hecho de hacerlo pusiera en riesgo tu propia existencia? ¿Qué ocurriría si el ser humano hubiera dejado de ser la especie dominante en la Tierra y hubiera terminado esclavizado por una especie animal “inferior”? ¿Y si la Tierra fuera un basurero deshabitado en el que sólo siguieran viviendo unos pocos robots dedicados a labores de limpieza? Lamentablemente, una buena idea no es suficiente para que una película funcione. También se necesita un guión a la altura, por eso películas cuyo desarrollo supera incluso a la brillante idea que les dio pie, como Regreso al futuro, El planeta de los simios o Wall-E, no abundan.


"¡Demonios, Marty!"

"¡Os maldigo a todos! ¡Maldigo las guerras! ¡Yo os maldigo!"

Que una idea brillante y original genera mayores expectativas que una idea trillada es algo evidente. Pero también puede ocurrir que unas expectativas demasiado elevadas acaben pasando factura a la película que no pueda satisfacerlas, porque el filme corre peligro de ser juzgado con mayor rigor. Comparemos, por ejemplo, una premisa atractiva como la siguiente: ¿y si una nave espacial desaparecida junto con toda su tripulación reapareciera misteriosamente años más tarde?, con otra absolutamente insustancial: ¿y si un policía se disfrazara de abuela para proteger a una bella joven que ha sido testigo de un crimen? Corresponden a Horizonte final y a Esta abuela es un peligro. Ambas películas son un desastre, pero por la ambición de los planteamientos yo me atrevería a señalar a Horizonte final como la peor y la más tramposa de las dos (muchos pensaréis que es un sacrilegio que yo esté comparando ambos films; a todos vosotros os digo: es mi blog). Trataré de explicarme, porque no es mi intención reivindicar las películas de actores que se disfrazan de mujeres, abuelas o animales (la mitad de la filmografía de Eddie Murphy), sino afirmar que la película del detective travestido de abuela juega sus cartas de una forma más honesta. Su cartel publicitario ya nos está advirtiendo desde el principio: Ojo, que ésta es una peli en la que sale un tipo que se disfraza de mujer y pone voz de pito, luego no digáis que no os lo he advertido. En cambio la película de la nave que desaparece en un universo paralelo en el que reina el Mal Absoluto nos despista. Nos propone un misterio de tamaño astronómico y nos pide que confiemos en lo que va a contarnos; como si nos advirtiera: Atención, aquí se tratan Cosas Importantes y Trascendentes, ¿de veras vas a perdértelas? Hechas las aclaraciones: ¿cuál de las dos películas pensáis que nos engaña con más desvergüenza?




Por supuesto estoy exagerando, porque volvería a ver Horizonte final y eso es algo que no haría con ninguna película de Martin Lawrence (he oído decir que la CIA utiliza la filmografía completa de este actor para sus interrogatorios). O sea que mi objetivo era mostrar lo frustrante que resulta ver una película que primero te ilusiona y luego te engaña. Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Superman returns o Prometheus, ¿quién no ha sufrido la experiencia? Sentado en la butaca del cine mientras esperas que dé comienzo la película que tanto tiempo llevabas queriendo ver, recuerdas el entusiasmo que sentiste al ver el tráiler por primera vez o cómo fuiste contando los días que quedaban para el estreno. También recuerdas que tuviste que pedirle a tu novia que te acompañara. Sabes que a ella no le gustan las películas de ciencia ficción y que una petición como ésta acarreará algún tipo de contrapartida en el futuro, pero nada de esto importa ahora. Ni los nervios previos, ni la impaciencia, ni la más que probable extorsión de que serás objeto por parte de la persona que asegura que lo daría todo por ti. Nada. Cada uno de los esfuerzos ha merecido la pena, porque la película promete, y tú ya estás aquí, ahora, sentado en la butaca. Preparado para disfrutar. Dos horas más tarde sales del cine apretando los dientes. Consumada la estafa, sólo queda tragarse la decepción. Y sin embargo intuyes que la prueba aún no ha terminado. “¿Ésta es la película que tanto querías ver?”, escuchas a tu lado. A tu novia. Usando ese tono. Notas cómo la Rabia crece dentro de ti. Pero a decir de los maestros jedis la Rabia lleva a la Ira y la Ira al Lado Oscuro, de modo que te controlas.


Este muchacho acaba de ver una película de Adam Sandler

Guionistas especializados en buenas ideas y fatídicos desarrollos hay muchos. Otro día hablaremos de Damon Lindelof, guionista (ejem) de series como Lost y películas como (ejem) Cowboys & Aliens o Prometheus. Hoy preferiría centrarme en M. Night Shyamalan. Director y guionista de El sexto sentido, casi todas sus películas posteriores se basan en sugerentes puntos de partida que acaban diluyéndose en historias de absurdo desarrollo. El incidente: ¿y si una pandemia de suicidios hubiera empezado a extenderse sin freno y miles de personas comenzaran a quitarse la vida a lo largo y ancho del país? El bosque: ¿y si los habitantes de un pueblecito rural tuviesen que cumplir una serie de normas para sobrevivir a las maléficas criaturas que habitan el bosque circundante? La trampa del mal: ¿y si unas cuantas personas se quedaran atrapadas en un ascensor y una de ellas fuera el Diablo?


Espectadores paralizados o desmayados ante la noticia de que Shyamalan estrena nuevo film

"Soy actor. Así que si me dicen que pinte, yo pinto"

Para los defensores de su cine, Shyamalan es un creador arriesgado, un visionario que no teme sacar adelante sus originales proyectos aun a riesgo de que el público no los entienda. Para los más críticos, por contra, Shyamalan sólo es alguien con el arrojo necesario para presentar al productor de Hollywood de turno una libreta llena de ideas apenas esbozadas, y una habilidad casi sobrenatural para conseguirles financiación (reconozco que no son talentos menores, ojo):

PRODUCTOR: Y dices que tu nueva película trataría de un hada...
SHYAMALAN: En realidad es una ninfa.
PRODUCTOR: ...que aparece en una piscina...
SHYAMALAN: De un complejo de apartamentos de Cleveland, correcto.
PRODUCTOR: ¿Cuánta pasta me va a costar?
SHYMALAN: ¿Se puede poner precio al Arte?
PRODUCTOR: Aun así me gustaría saber la cifra.



"-¿Qué estamos haciendo aquí? -No lo sé, yo también me pregunto cómo hemos llegado a este rodaje"

En fin, concluyo mi post de hoy con un par de ideas que se me han ocurrido mientras desayunaba. Si alguien puede desarrollarlas (un guionista, o cualquiera que esté por la labor) que me avise. Iríamos al 50%:

Idea número 1.
La historia transcurre en un futuro muy lejano. La humanidad hace tiempo que ha desaparecido, pero las gigantescas instalaciones subterráneas que una vez dieron forma a la red que sustituyó a Internet siguen funcionando de forma autónoma gracias al combustible nuclear que las alimenta. La evolución ha seguido su curso en el planeta. Miles de nuevas especies han aparecido y desaparecido y una nueva raza de seres inteligentes domina ahora la Tierra. Un día esa nueva especie halla una de las enormes instalaciones subterráneas de las que hablábamos al principio. Todo el conocimiento de los hombres sigue allí, enterrado e intacto. Los nuevos seres, cuya civilización está muy desarrollada, se proponen devolver a la vida a un par de humanos, un macho y una hembra, para estudiarlos. Llaman al proyecto Adán y Eva.

Idea número 2.
En algún lugar de Internet, entre los miles de millones de páginas que forman la web, hay una página que muestra una escena tan terrible que provoca la muerte de quien la ve. Sólo una rara combinación de palabras clave introducidas en el buscador podría llevarte a esa página. Es poco probable que ocurra. Pero millones de usuarios navegan por la red cada día. Tú podrías ser el próximo en dar con esa página. (Por cierto: esta historia sí está completamente desarrollada. Podéis encontrarla en Un año en Facebook.)

jueves, 17 de enero de 2013

Ortografía en Internet

Ordenando una de las estanterías de casa he dado con un libro titulado Breve guía de lugares imaginarios, de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi. En este diccionario, compilación de lugares fantásticos de la literatura, se menciona la existencia de un reino llamado Afania en el que el lenguaje tiene una importancia capital. En Afania los plagiadores son enviados a empujar la rueda de un molino durante tres años, las adaptaciones del francés se consideran contrabando y los errores de sintaxis se castigan con la pena de muerte. Por ejemplo, al individuo capaz de escribir frases como “Las leyes gramaticales promulgadas por Mengano, las cuales ha sancionado el uso general” se le ejecuta sin contemplaciones. Creo que muchos internautas iban a pasarlo muy mal en Afania.





martes, 15 de enero de 2013

Duelo de pistoleros

¿Quién no recuerda alguna de esas escenas de películas del Oeste en la que los pistoleros rivales se encuentran en la calle polvorienta, y el primer pistolero escupe al suelo y comienza a caminar hacia el segundo pistolero, y éste hace lo propio, y ambos se acercan paso a paso hasta que al fin se detienen a escasos metros el uno del otro, y entonces la cámara enfoca a los ojos del primer pistolero, y luego a los del segundo, y la tensión crece y crece de forma palpable pero durante un tiempo insoportablemente largo no ocurre nada de nada? Bueno, pues este post ha sido un poco así.



El pistolero apuró su whisky, dejó algunas monedas sobre la barra y salió del salón. La calle estaba desierta y el sol caía a plomo. Varias cortinas se agitaron tras las ventanas. Parece que tendremos público, pensó el pistolero mientras, por debajo del poncho, soltaba el seguro de su Colt. Oyó el tintinear de unas espuelas, y vio a Bronson salir de la barbería y plantarse a veinte metros delante de él. “Aquí estamos”, le gritó el bravucón al que días atrás había humillado delante de todos. “Sí, aquí estamos”, respondió el pistolero. “¿Y bien?”, preguntó Bronson. “Bien”, respondió él. Eran los mejores con el revólver, pero cuando se ponían a hablar...

Fragmento extraído de “Un año en Facebook”.

domingo, 13 de enero de 2013

El Anticristo hoy

Según la teología cristiana, el Anticristo es un ser bastante desagradable, alguien a quien hoy día no dudaríamos en calificar como un “bastardo cabrón”. En los tiempos antiguos, sin embargo, la gente no solía hablar de este modo, ni siquiera del Anticristo, de ahí que se le conociera como el Gran Adversario, el Hijo de la Perdición o la Abominación Desoladora. Aun así eran nombres demasiado largos y rimbombantes, de modo que la tradición optó por uno más corto y familiar: la Bestia. Y ya está.




En el Apocalipsis se describe a la Bestia como un monstruo de siete cabezas, diez cuernos y diez diademas en cada cuerno. A mí un monstruo lleno de diademas ya me resulta terrorífico, pero al autor del pasaje del Apocalipsis no debió de parecerle suficiente, porque al conjunto le añadió además un cuerpo de leopardo, patas de oso y fauces de león. Reconozco que aquí me pierdo, porque por más que lo he intentado he sido incapaz de imaginarme a un bicho así. Y presumo que a la gente del Medievo le ocurriría lo mismo. Aquellos campesinos medievales, reunidos en la iglesia para escuchar el sermón dominical, oirían con creciente desconcierto las palabras con las que el cura trataría de inculcarles la imagen del Enemigo de Cristo, y no tardarían en murmurar entre sí: “¿diademas? ¿ha dicho diademas?”. Una distracción engorrosa que, repetida domingo tras domingo, empujaría a más de un sacerdote a quejarse a sus superiores. “Los feligreses se me desconcentran, eminencia. Solicito que el Anticristo sea rediseñado”. Ante la avalancha de reclamaciones, los responsables papales, reunidos en el concilio vaticano de rigor, encargaron una nueva redacción del pasaje apocalíptico a una abadía de monjes especializada en estos temas. Los nuevos monjes eran más baratos pero también menos imaginativos que los que habían llenado de diademas a la Bestia original, así que su descripción del Anticristo, más minimalista y natural, se limitó a afirmar que la criatura tenía apariencia de hombre. No se calentaron la cabeza, es cierto, pero esa sencilla e inquietante imagen de un monstruo que es igual al hombre es la que ha llegado hasta nuestros días.



La opinión de los fundamentalistas modernos es que el Anticristo ya vive entre nosotros, y que sólo restaría averiguar su identidad. Un asunto nada sencillo, localizar al candidato idóneo, ya que dependiendo de a quién preguntes, en función de sus ideologías y creencias, obtendrás una respuesta u otra. En una reciente encuesta realizada en la red, por ejemplo, los internautas se decantaron por Bono, el cantante de U2, seguido muy de cerca por Hillary Clinton y Hulk Hogan. Para los pastores protestantes norteamericanos, en cambio, el Anticristo es Obama. Y estoy seguro de que si lanzáramos la consulta entre los amantes de la música la mayoría apostaría por el siguiente retrato de la Bestia: un tipo rubio, que cae gordo y cuyo reino de oscuridad ha llegado a la Tierra a través de Youtube. Correcto: es Justin Bieber.




En España también tendríamos mucho que aportar en materia demoníaca. Creo que a poco que nos lo propusiéramos incluso seríamos una potencia mundial en maldad. Cualquiera de nosotros podría citar de carrerilla al menos diez nombres de individuos capaces de desempeñar un dignísimo papel como portavoces del mal (nueve de ellos políticos, y el décimo, tal vez, Ramoncín). En mi opinión, alguno de los presentadores o colaboradores de programas televisivos se ajustarían mejor al perfil requerido, a saber: tipo influyente, cierto carisma, ausencia de escrúpulos. Pienso en personajes como Jorge Javier Vázquez o María Patiño, pero también en periodistas antaño solventes como Pedro Piqueras (¿qué son esos telediarios amarillistas, sino noticiarios diabólicos?). Tampoco querría olvidarme de videntes, astrólogos y demás embaucadores de la TDT, pues muchos ya ejercen como excelentes embajadores de Satán y dan perversos consejos a razón de 1,35 euros el minuto (por cierto: alguno de esos chamanes se adorna con diademas).





Pero ¿y si el Anticristo no fuera la encarnación absoluta del mal que describen las profecías bíblicas, ni la Abominación mostrada en películas como La maldición de Damien o La semilla del diablo? ¿Y si el Anticristo fuera más bien un tipo sencillo y educado, una especie de ejecutivo o gerente (¡un consultor!) al que le ha correspondido la difícil tarea de gestionar un proyecto tan complejo como preparar la Llegada del Mal a la Tierra? ¿Qué tal alguien gris y apocado, un tipo a menudo superado por las circunstancias, como el C. C. Baxter que interpreta Jack Lemmon en la excelente El apartamento?



“En la caja del supermercado se le coló un adolescente. El anticristo no toleraba la falta de educación y le dijo: "Muchacho, respeta el orden, por favor". El joven estiró el dedo medio y le dijo: que te den por culo. El anticristo, que quería un reino de maldad para el mundo pero aspiraba a conseguirlo por medios pacíficos, dio un respingo, y, muy molesto, fulminó al adolescente con una mirada satánica.”

Fragmento extraído de “Un año en Facebook”.





viernes, 11 de enero de 2013

El luchador

El luchador había jurado vengarse. Viajó al Tibet y allí siguió un régimen de entrenamientos aterrador. Dormía dos horas diarias y el resto de la jornada lo dedicaba a fortalecer el cuerpo y la mente. Practicó meditación bajo cascadas de agua helada. Estudió la Naturaleza: de las piedras aprendió la paciencia y de los saltamontes... bueno, de los saltamontes no aprendió nada. Una vez se sintió preparado partió sin perder un segundo. “He vuelto”, le anunció a su enemigo al encontrarse con él cara a cara.

Fragmento extraído de “Un año en Facebook”.



jueves, 10 de enero de 2013

Publicidad nada subliminal


En ocasiones, la publicidad que Facebook construye a partir de las características de nuestro perfil en la red social (edad, estado civil, gustos, etc.), da pie a situaciones embarazosas. Tengo amigas de cuarenta años a las que Facebook ha comenzado a sugerir de forma poco caballerosa una serie de potingues antiarrugas. A otras amigas treintañeras, la red social las anima a consultar productos relacionados con bebés, como juguetes, tronas y ropita muy mona. Si de su registro de actividad Facebook deduce además que no tienen hijos pese a encontrarse en edad de merecer, la red social se atreve a proponerles diversas clínicas de fertilidad. Toda una audacia.

En lo que a mí respecta, sé que debo cambiar el estado civil de mi perfil. Actualmente, Facebook trabaja con la idea de que soy un varón maduro y soltero, y en consecuencia éstas son algunas de las páginas que me ofrece: Madres solteras sexys (“Ve fotos de mujeres solteras de tu zona”), Amor en Alicante (“Chatea con miles de mujeres que están buscando pareja”), Ningún joven permitido (“Tener citas con las mujeres maduras y exitosas que están buscando una oportunidad de amar”), Muy lindas (“Tú también puedes conocer extranjeras lindas), ¿Quieres tener novia? (“Conoce mujeres que buscan lo mismo”), etc. Yendo un paso más allá, después de establecer implícitamente una relación entre el estado civil de una persona y su apariencia física (si todavía eres soltero tal vez deberías cuidarte, parece ser la idea), Facebook añade a mi menú publicitario varias páginas para que desarrolle mi musculatura y mejore mi aspecto (Súper cuerpo en 3 semanas o Gana más fuerza). Si a estas alturas todavía no hubiera quedado moralmente hundido, Facebook complementa las propuestas con varias ofertas de zapatillas de deporte y los últimos videojuegos del mercado. Como se ve, el prototipo de hombre maduro: un verdadero triunfador.


miércoles, 9 de enero de 2013

Instrucciones poco claras

No escampa, ¿eh?”, dijo Noé, mirando a través de una de las escotillas del arca. Llevaba cinco semanas lloviendo y el alboroto que reinaba allí dentro era considerable porque los animales estaban cada vez más nerviosos. “¿Cuánto tiempo te dijo Yahvé que iba a llover?”, le preguntó su mujer. “No me dio una cifra exacta. Sólo dijo: Noé, va a haber un diluvio universal. Construye un arca y mete dentro una pareja de cada especie, porque los que se queden fuera perecerán. Yo le pregunté: pero Yahvé, ¿todas las especies? ¿También mosquitos, pulgas, ácaros, paramecios, protozoos, etc.? Serán difíciles de atrapar. Yahvé me dijo: como sigas haciéndote el gracioso conmigo, Noé, encargaré el arca a otro. Hay mucho carpintero parado en Jericó. Entonces decidí callarme”. “Hiciste bien”, le dijo su mujer.

Fragmento extraído de “Un año en Facebook”.

martes, 8 de enero de 2013

Bienvenidos

Una vez juré que nunca, nunca crearía un blog. Lleva demasiado trabajo, sobre todo si pretendes mantenerlo actualizado. Además uno no siempre tiene cosas interesantes que contar. Es difícil ser ingenioso a cada momento, es más, lo normal es que ocurra justo lo contrario y que sólo de cuando en cuando tengas alguna idea que merezca la pena compartir (mi última buena idea vio la luz el 27 de octubre pasado, poco después del mediodía).

¿Entonces? ¿Qué ha ocurrido para que me encuentre aquí, ahora, escribiendo un post, mi primer post, en un blog al que todas las circunstancias señalan como de mi propiedad? La respuesta puede resumirse en una sola frase: a finales del año pasado publiqué un libro electrónico. En Amazon, ahí es nada. Una vez cumplidos los trámites básicos (escribir el libro y ponerlo a la venta), mi siguiente tarea tenía que ser darlo a conocer. ¿Cuál sería la mejor forma de conseguirlo? Decidí averiguarlo. Así que un día preparé mi petate, comuniqué a mis allegados que debía ausentarme por un tiempo, y emprendí la Búsqueda.

Mi misión me llevó a bibliotecas sepultadas por el tiempo y el olvido. Hablé con muchos sabios, peros todos ellos, incluso un viejo derviche que se había arrancado los ojos porque, me dijo, ya no le quedaba nada por aprender de este mundo, me dieron la misma respuesta. Me dijeron: “Muchacho, apártate un poco”. Y: “Todo autor de un libro electrónico debe tener su propio blog. El blog es la plataforma imprescindible si quieres dar a conocer tu producto”. Me molestó que hablaran de mi libro en términos tan materiales, pero ante tanta sabiduría uno sólo puede inclinar la cabeza con humildad.

Regresé de mis viajes más viejo y más sabio, supongo. Pero mis dudas persistían. ¿De veras estaba preparado para abrir un blog? ¿Era consciente del trabajo que conlleva? Muchas noches consumí en vela, con los ojos abiertos y fijos en el techo, sin saber qué hacer. Y de pronto, una mañana, leí en Facebook lo siguiente: “Nunca tropieza aquel que permanece quieto”. Era una de esos cartelillos pretenciosos y con faltas de ortografía que ocuparán espacio en la memoria de Internet hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, sentí un escalofrío en la espalda. Supe más tarde que el escalofrío lo había provocado una corriente de aire (las casas en Alicante son muy frías en invierno) pero no importó. La frase ya había logrado su efecto. Comprendí que había llegado la hora de abrir mi blog. Bienvenidos.